Se hace inminente un plan acorde
a lo que sucede en estos días,
y preciso un actuar
en función del sentir y sin temor
alguno.
Cada instante es un regalo
del querer en que arrojo un anzuelo
a tu alma o mente, o a eso interno
en donde pudiese ocupar un
pequeño lugar en la memoria.
Pero esta lejana intermitencia
suele ser mezquina,
pues muestra a un ser de greda,
hermoso y flotante,
del cual sólo puedo hacerme
a ratos.
Y es por eso que se hace urgente
el idear la forma en que
el café y los fideos sean el pan
de cada uno de mis días,
de que el olor a incienso y humedad
colmen inmediatamente mis pulmones
y que ese ventanal en que asomo
siga mostrando
la belleza de un rio siempre
dispuesto a enseñarse,
o el reflejo de un joven apoyado
en mis piernas con el ceño fruncido.
Se hace urgente, entonces -repito-
quererte tan bonito como pueda
y se me permita,
besarte y robar la fragancia que emana
tu boca,
abrazarte en la noche aunque huyas
durmiendo a través de la cama,
hacer los desayunos eternos
e intentar, siquiera, que también
me quieras, aun cuando
sea un poquito.
Se hace urgente -repito-
y es en este punto en que
desespero,
pues esta distancia fatal augura
un desenlace que no quiero;
que comiences,
poco a poco, a olvidarme...